El «San Valentín del odio» de la época victoriana
El día de San Valentín es un día especial en el que los enamorados se envían cartas y regalos, incluidos algunos anónimos firmados como «tu admirador secreto». Pero durante la época victoriana y los primeros años del siglo XX, el 14 de febrero se celebraba también un día en el que los haters, los odiadores, compraban para sus seres menos queridos lo que se conoció como vinegar valentines o tarjetas avinagradas.
Vendidas en los Estados Unidos y en el Reino Unido, estas tarjetas mostraban una ilustración acompañada de unas frases o un poema que, en vez de transmitir cariño y afecto, insultaban a su receptor. En una época en la que no había foros de internet, esta forma de canalizar el odio era el método anónimo al que algunos recurrían para decir ciertas cosas que no se atrevían a pronunciar cara a cara. La investigadora Annabella Pollen, que ha escrito un artículo sobre este asunto, asegura que la gente le pregunta a menudo si estas tarjetas eran una forma arcaica de trolleo. «Creemos que vivimos en una época terrible», comenta. «Pero en realidad, si profundizas en la historia, las cosas no fueron siempre de color de rosa».
La gente enviaba tarjetas avinagradas desde al menos 1840. Por aquel entonces, eran llamadas «burlas, «insultos» o simplemente «tiras cómicas». Lo de «avinagrado» parece ser una descripción moderna. Fueron especialmente populares a mediados del siglo XIX, cuando en Estados Unidos y en el Reino Unido empezó la fiebre del día de San Valentín, una época de la que se habla como «la sanvalentinmanía». Se imprimían en masa tarjetas que iban desde las más caras y ornamentadas de tipo sentimental hasta la variedad avinagrada más barata. «La prensa no paraba de hablar de este fenómeno. Era algo nuevo, con cantidades abrumadoras, millones y millones de tarjetas, tanto dulces como amargas», explica Pollen. «Ambos tipos estaban diseñados por las mismas empresas para abarcar un amplio rango de emociones distintas, de personas distintas».
En su libro Greeting Cards and American Business Culture, Barry Shank, doctorado en Estudios Americanos, escribe que las tarjetas avinagradas se tratan de documentos históricos que hablan del cambio en las clases medias de estos países y que «eran parte de la moda de las tarjetas de San Valentín durante los primeros años de su comercialización».
Antes de que estas tarjetas invadieran el mercado, la gente confeccionaba las suyas propias a mano, tanto las versiones cariñosas como las insultantes, aunque se conservan más ejemplos de las versiones agradables (no parece que en ninguna época sea común guardar insultos como recuerdo). Pollen apunta que, aunque los fabricantes no inventaron las tarjetas avinagradas, contribuyeron a su difusión.
Los mensajes que podían leerse en las tarjetas avinagradas que podían adquirirse iban desde los ligeramente provocadores hasta algunos especialmente desagradables como los que sugerían al lector que se suicidara. Un patrón que se repetía a menudo era el de intentar hacer pasar una opinión personal negativa por una opinión generalizada. Por ejemplo: «todo el mundo piensa que eres un patán ignorante». Algunas trataban de mantener a raya a pretendientes, mientras que otras se burlaban de la gente por beber mucho, por darse aires de grandeza o por manifestar amor de manera demasiado escandalosa. Había tarjetas que acusaban a mujeres de ser demasiado agresivas o a hombres de ser demasiado sumisos.
Por supuesto, no todo el mundo estaba contento con esta moda. En 1857, en el periódico Newcastle Weekly Courant se podían leer quejas sobre la excesiva cantidad de tarjetas no amorosas que se amontonaban en los escaparates de las papelerías: «caricaturas feas, viles y malformadas de hombres y mujeres diseñadas para el disfrute de aquellos que por algún motivo casual se han convertido en personas poco populares en el humilde ciclo de la vida».
Aunque los académicos no saben cuántas de estas tarjetas se enviaban para gastar bromas y cuántas con motivo de hacer daño, parece que algunos se tomaban sus mensajes bastante en serio. En 1885, el Pall Mall Gazette de Londres publicó una noticia de un hombre que disparó a su exmujer en el cuello el día de San Valentín después de recibir una tarjeta avinagrada que él creyó que había sido escrita por ella. Pollen también cuenta que hubo casos de suicidio, lo cual no es del todo sorprendente teniendo en cuenta que eso es lo que algunas tarjetas sugerían literalmente.
«Vemos lo que ocurre en Twitter y en otros tipos de plataformas sociales cuando a la gente se le permite decir cualquier cosa sin temor a un posible castigo«, opina Pollen. «Las formas anónimas de comunicación facilitan estos tipos de comportamiento. No los crean, pero los posibilitan».