John Bramblitt, el pintor ciego que siente los colores
Lo normal es pensar en la ceguera como una discapacidad que impediría continuar con su carrera a cualquier artista visual, pero en el caso de John Bramblitt, precisamente la ceguera fue lo que le motivó a empezar a pintar en el 2001, cuando perdió la vista por culpa de la epilepsia. Bramblitt es parcialmente ciego, de forma que sus ojos solo pueden diferenciar entre la luz y la oscuridad y, a pesar de ello, ha desarrollado un modo innovador de llevar a cabo sus obras mediante el uso de pinturas texturizadas que guían su camino a lo largo del lienzo. En su web explica:
Básicamente lo que hago es reemplazar todo lo que los ojos aportan a cualquier otro artista por la información del sentido del tacto. Los trazos con relieve te permiten encontrar tu lugar en el lienzo. Todos los botes y tubos de pintura que hay en mi estudio están en braille y cuando mezclo colores uso fórmulas. Dicho de otro modo, mido las diferentes cantidades de cada color que necesito para producir la tonalidad correcta. No se diferencia mucho de seguir una receta para cocinar una tarta.
Vive con su mujer, Jacqi Serie, y con su hijo al que llamaron Jack por el pintor Jackson Pollock. El cuadro favorito de Serie es un retrato estilizado que pintó para ella titulado «Muse»:
Había mucha energía en los diferentes colores que usó en mi pelo. Había verdadera emoción ahí, y eso es lo que me conmueve. El reto de su ceguera se convierte en parte de la vida y al cabo del tiempo apenas piensas en ello. Si se choca contra algo cuando camina, me siento mal. Son las pequeñas cosas del día a día las que suponen retos. Pero por encima de todo, la ceguera le hace ser un padre más atento y cariñoso.
En su web, Bramblitt describe cómo su sentido del tacto le permitió entender a Jack durante los primeros minutos de su vida:
Fui capaz de sentir su rostro momentos después de su nacimiento. Sentí sus primeras respiraciones. Quizá he sido el primer hombre ciego en la historia en tener esta experiencia gracias a las técnicas táctiles que utilizo. Técnicas que me han permitido ver la cara de mi hijo con un detalle exquisito y recordar cada curva de sus orejas, el lugar exacto de los surcos en sus manos y el hueco que formaban sus labios cuando emitió sus primeros sonidos. Detalles que me hubiera perdido usando la vista.
John Kennedy, profesor de psicología en la Universidad de Toronto especializado en las relaciones entre la visión, el tacto y la pintura, coincide en que la forma de los objetos es, neurológicamente hablando, igual de accesible para los discapacitados visuales, aunque Bramblitt tiene una habilidad excepcional para traducirla al formato en dos dimensiones del lienzo:
La forma está presente en la visión y en el tacto. Tanto la mano como el ojo reconocen lo plano, lo convexo y lo cóncavo. Caminando descubrimos la suave elevación de una colina o la inclinación de una pendiente. Los ciegos tienen un sentido similar de la perspectiva. La perspectiva trata sobre la dirección y la dirección tiene el mismo sentido tanto para el tacto como para la vista. Simple pero cierto.
La fuente de inspiración más importante para Bramblitt es la música y, por ello, tiene un sistema de altavoces instalado en su estudio de arte. Posee la rara condición llamada sinestesia, mediante la cual los sonidos se manifiestan en la mente como colores. Por ejemplo, sobre la canción Uptown Funk de Mark Ronson y Bruno Mars, comenta lo siguiente:
La canción transmite un poco de naranja y un poco de azul al comienzo pero, cuando entra la voz, veo un morado intenso mezclado con un amarillo dorado. El contraste entre la voz aguda y la línea de bajo grave corresponde al contraste entre brillo y oscuridad.
Bramblitt ha producido más de 300 cuadros desde que perdió la vista. Insiste en que su ceguera no es una desventaja para apreciar la vida en su plenitud. Al contrario, sus otros sentidos se han visto potenciados:
En realidad, aquel día en la cafetería, la música procedente de los altavoces coloreaba el aire; las conversaciones y las risas amontonándose hacían lo mismo. El olor del perfume de la mujer que se sentaba a mi lado era como nubes rosas y violetas. Las vetas ásperas de madera del centro de la mesa tenían una tonalidad diferente de los bordes raídos. Creo que es irónico que en esa cafetería, probablemente yo era la última persona a la que alguien le preguntaría algo sobre el color, pero quizá era el único en apreciarlo al máximo.
Uno de los últimos recuerdos de John Bramblitt antes de perder la vista fue el de la emoción que le causó la imagen del planeta Saturno visto a través de un telescopio. 17 años después de aquel momento, John consigue con sus cuadros que sintamos lo mismo que él sintió con Saturno.