Takanakuy: los combates navideños de Perú
El Takanakuy («golpear al otro» en quechua) es un festival anual en el que los habitantes de una comunidad peruana luchan entre ellos. Lo celebran cada 25 de diciembre los nativos de la provincia de Chumbivilcas, cerca de Cuzco. La tradición comenzó en Santo Tomás, la capital de Chumbivilcas, y hoy en día está extendida por otras ciudades y aldeas, siendo las principales Cuzco y Lima. El evento consiste en bailes y en peleas uno contra uno para resolver viejos conflictos o simplemente para mostrar su hombría.
El pueblo de Santo Tomás, está localizado a más de 3600 metros por encima del nivel del mar, anidado cómodamente en los vertiginosos Andes peruanos. Los habitantes de las colinas y montañas tienen la reputación de ser tipos duros desde tiempos inmemoriales. Vivir a estas altitudes suele implicar que el entorno social valora al fuerte, al recio, al seguro de sí mismo y esta zona de los Andes es un lugar particularmente hostil en el que crecer. Las cuestas son escarpadas y a menudo son azotadas por tormentas y la comida se limita prácticamente a patatas y a los animales a los que puedas perseguir corriendo a lo largo de inclinaciones de 50 grados sin caer por ningún precipicio. Además, el mal agudo de montaña normalmente afecta a partir de los 2400 metros, por lo que vivir a mayor altitud es asumir que vas a estar atrapado en una especie de resaca casi permanentemente. En efecto, como ya te habrás figurado, los habitantes de estas colinas suelen ser un poquito irritables. Ser un granjero en esta región significa estar siempre dispuesto a pelear.
Las áreas que cruzan los Andes peruanos y bolivianos celebran festivales tradicionales en los que luchan con el objetivo de canalizar este tipo de agresividad inherente a la vida en la montaña. Las normas de quién pelea contra quién y qué armas se utilizan varían de un lugar a otro, pero en todos se mantiene la esencia general de servir de catarsis colectivas para resolver las tensiones sociales.
En Santo Tomás, el festival es conocido como Takanakuy y todo el mundo lucha contra todo el mundo la mañana del 25 de diciembre. Después de unos días de borracheras preliminares y de bailes de disfraces que combinan aspectos de la equitación tradicional andina con colores chillones propios de una pesadilla lisérgica, los habitantes de Santo Tomás se levantan y se dirigen a la plaza de toros local para batirse en duelo a lo bruto.
Hombres, mujeres, niños, los ancianos, los débiles y (especialmente) los ebrios, se emparejan, envuelven sus manos desnudas con bufandas y se abrazan mutuamente de forma amistosa antes de empezar a darse puñetazos en la cara sin piedad. Aunque hay árbitros locales con látigos estilo romano para detener las peleas que se desequilibran demasiado y una muchedumbre dispuesta a intervenir si alguien golpea a un rival que ya ha sido tumbado, los niveles de violencia siguen estando muy por encima de lo que se puede ver en cualquier ring de boxeo. Y a menudo por un motivo específico.
Las disputas más comunes suelen ser a causa de novias robadas, novios robados, ovejas robadas o cervezas derramadas. Cualquier problema, tanto los graves como los más insignificantes, entran dentro de la jurisprudencia del Takanakuy, pues el sistema legal peruano prácticamente no llega a las colinas de esta región, ya que la fuerza policial de Chumbivilcas cuenta con tan solo tres oficiales y el juzgado más cercano a Santo Tomás está a 12 horas en coche atravesando interminables carreteras zigzagueantes y pedregosas castigadas por los vientos más terribles de Sudamérica.
El año pasado se disputaron unos 30 combates, pero otros años puede llegar a haber hasta 80 peleas. La opción de resolver los conflictos jugando al Tekken o al Street Fighter 2 todavía no ha sido contemplada.