Retrofuturismo: así nos imaginaban en el siglo XIX
El término retrofuturismo, acuñado por la revista de arte Retrofuturism en 1983, hace referencia al interés por representaciones de hipotéticos futuros producidas en épocas pasadas. Estas anticipaciones normalmente se caracterizan por mezclar elementos pasados de moda con tecnología futurista imposible. En los casos en los que la época del futuro hipotético ya ha sido alcanzada por el curso de la historia, el contraste entre las predicciones y la realidad resulta especialmente llamativo.
Uno de los ejemplos más sorprendentes de estas visiones es el de Jean-Marc Côté, un artista comercial francés a quien una compañía tabacalera le encargó, en 1899, la producción de una serie de ilustraciones para sus cajas de cigarros que iban a comercializarse durante los festejos de final de siglo. Pero la empresa finalmente quebró y el proyecto nunca pudo llevarse a cabo.
Curiosamente, la colección de 50 tarjetas acabó en manos de uno los maestros de la ciencia ficción: Isaac Asimov, que en 1986 contribuyó a la difusión del retrofuturismo publicando la obra Futuredays (traducido en España como «El futuro»), en la que comenta algunas de estas visiones del siglo XXI que imaginó el ilustrador francés decimonónico:
Aerotaxis
Tiene mérito que, en 1899, cuando los hermanos Wright todavía no habían realizado su primer vuelo, Jean-Marc Côté imaginara esta estación de taxis voladores. El comentario que hace Asimov en su libro tampoco tiene desperdicio:
Desgraciadamente, esta modalidad de tránsito urbano nunca fue adoptada ni tiene probabilidades de serlo, ni siquiera en el año 2000. Aunque a veces se utilizan helicópteros para recorridos urbanos, los aeroplanos necesitan pistas de despegue, y su consumo de energía es demasiado elevado como para que los vuelos cortos resulten económicos.
Aunque quizá no puedan considerarse «aeroplanos» y ya no estemos en el año 2000, los taxis aéreos pronto serán una realidad.
Ballenabús
«Ya usamos caballos, camellos e incluso elefantes para transportar personas, así que… ¿por qué no una ballena?», debió de pensar Jean-Marc Côté, que parecía bastante ilusionado con todo tipo de fantasías submarinas.
El «torpedoplano»
Si con los aerotaxis pecó un tanto de optimista, con esta especie de bombaderos steampunk le ocurrió lo contrario, pues ya en la Primera Guerra Mundial habrían quedado obsoletos. En lo que sí que acertó fue en el uso bélico que le daríamos a la aviación, aunque no era algo difícil de prever teniendo en cuenta la naturaleza violenta del ser humano.
Hípica submarina
A finales del siglo XIX, los conocimientos del mundo marino todavía eran algo limitados y los mitos descabellados acerca de las criaturas que podían habitar en el fondo de los océanos eran muy comunes. Así que, o en la primera imagen Jean-Marc Côté predijo la manipulación genética o, como seguramente ocurrió, dio rienda suelta a la fantasía imaginando a hipocampos creciditos siendo cabalgados por jinetes buzo. Otra duda que plantean estas imágenes: ¿sobrevaloraban en el siglo XIX la inteligencia de los peces hasta el punto de considerar viable su uso como montura o confiaban demasiado en la capacidad del ser humano para dominar a todo tipo de animales?
El correo aéreo
Una predicción no demasiado acertada. Transportar mensajes vía aérea ya por aquel entonces se había hecho mediante globos y, en 1911, se realizó el primer vuelo oficial en Allahabad, India, en el que Henri Pesquet transportó 6500 cartas. Pero la mensajería aérea a nivel particular como se sugiere en la imagen es un concepto diferente que actualmente no tendría sentido gracias a los drones mensajeros.
Caza submarina de gaviotas
Otra extraña ilustración de temática submarina. El interés por la carne de gaviota en el siglo XIX no era demasiado diferente al actual, de modo que, o bien el ilustrador era un visionario incomprendido amante de la gaviota en escabeche y pensaba que al final sus gustos culinarios se pondrían de moda o, lo más seguro, es que la imagen esté intentando predecir algún tipo de deporte en el que los humanos se divierten matando animales.
La casa rodante
Esta fantástica ilustración parece el cartel de una película del Studio Ghibli. Es cierto que el tamaño de la caravana es excesivo, pero el principal error de cálculo aquí es el del tráfico que tenemos en el siglo XXI.
La fregona eléctrica
Lo interesante de inventos como el lavavajillas o la lavadora es que, además de esfuerzo, nos ahorran tiempo. Este aparatoso artefacto no parece demasiado práctico si, como se observa, es necesario que alguien lo esté controlando. Asimov, con gran clarividencia, comenta:
si tuviéramos que representar ahora el año 2000, o, posiblemente, el 2.050, podríamos dibujar unos robots inteligentes haciéndolo todo
Y sí, a día de hoy ya se comercializan modelos de fregonas robot, además de las famosas aspiradoras Roomba.
¿Ordenadores en las escuelas? Esto es mejor
Esta imagen es maravillosa. Vemos al profesor introduciendo libros en una especie de trituradora cochambrosa que haría la función de un ordenador que transforma los textos en corriente eléctrica modulada. Los alumnos llevan unos cascos a través de los cuales escucharían directamente la lección. Conseguir reducir el tiempo que dedica en la vida el ser humano al aprendizaje es uno de los retos de nuestra época, pues la cantidad de conocimiento necesaria para producir nuevas ideas es cada vez mayor. Cien años antes que Matrix, Jean-Marc Côté ya señaló este problema como una de las claves del futuro.
Ladrones aéreos
El tipo de mecanismo que utilizan estos niños para batir sus alas artificiales todavía no parece que haya tenido mucho éxito. Pero lo más sorprendente es el uso que le dan a su invento: asaltar los nidos de unas inocentes águilas. Los huevos de águila: las bolas de dragón del siglo XIX.
Carros de combate
El modelo de carro de combate ideado aquí por Jean-Marc Côté no parece demasiado ambicioso. Los tanques de la Primera Guerra Mundial ya estaban completamente blindados, dejando obsoleto a esta especie de prototipo descapotable que encajaría mejor en el mundo de Mad Max o en Los autos locos.
Batallas aéreas
Otra excelente ilustración que destila encanto steampunk en cada trazo y que recuerda a las obras de Hayao Miyazaki o a Final Fantasy VI. Los zepelines fueron utilizados por Alemania en la Primera Guerra Mundial para bombardear el territorio británico pero, debido a los pobres resultados que ofrecieron a causa de su evidente fragilidad, no volvieron a ser usados jamás con fines bélicos.
quiero un caballito de mar como esos