¿Tienen los inuit 100 palabras para referirse a la nieve?
Lo de que los inuit manejan un número inusual de palabras distintas para referirse a la nieve es una historia recurrente que todos hemos oído alguna vez. El hecho de que las culturas no occidentales sean tan diferentes en algunos aspectos a la nuestra es una idea que nos resulta atractiva en un mundo en el que cada vez nos sentimos más desencantados con nuestros propios valores. Tendemos a exagerar lo exótico. Nos sirve de argumento para imaginar que otra realidad es posible. Las compañías telefónicas se frotan las manos con frases de este tipo para sus anuncios.
A finales del siglo XIX, el antropólogo Franz Boas visitó los yermos helados de la isla Baffin, al norte de Canadá, con el fin de estudiar la vida de los inuit (que literalmente significa «personas»), conocidos popularmente como «esquimales». Se unió a sus travesías en trineo, comerció con pieles de caribú y aprendió su folclore. «Ahora soy un verdadero esquimal… me alimento prácticamente de carne de foca», le escribió orgulloso en una carta a su novia.
Lo que llamó su atención de forma particular fue el idioma, del que aprendió distintos términos para describir los paisajes helados. Estas observaciones fueron incluidas en la introducción a su libro Handbook of American Indian Languages. Según Boas, los esquimales emplearían un número de palabras superior al de lenguas como el alemán o el inglés para describir la nieve, aunque él únicamente nombró cuatro de ellas: aput (nieve en el suelo), qana (nieve cayendo), piqsirpoq (nieve a la deriva) y qimuqsuq (montón de nieve).
Más adelante, Benjamin Lee Whorf, siguiendo los trabajos de su maestro Edward Sapir y apoyándose en los escritos de Boas, desarrolló en la década de 1940 la conocida como hipótesis Sapir-Whorf, según la cual el lenguaje determinaría o condicionaría nuestra forma de clasificar la realidad, de entender el mundo. A raíz de esta teoría, psicólogos y antropólogos debatieron sobre el caso de los inuit y pronto el tema se extendió por la cultura popular con su consecuente distorsión: las cuatro palabras que citaba Boas pasaron a ser veinte, cincuenta o incluso cientos.
Para acabar con este mito, Laura Martin, antropóloga en la Cleveland State University, escribió en 1986 el artículo Eskimo Words for Snow, en el que denuncia el uso ligero del concepto «palabra» para referirse a los términos de lenguas polisintéticas (en las que las palabras se forman uniendo gran cantidad de morfemas) como las de los inuit, razón por la cual algunos psicólogos y antropólogos habrían sobreestimado el número de formas que los esquimales utilizan para referirse a la nieve.
Los inuit, habitantes nativos de las regiones árticas de Canadá, Alaska y Groenlandia, no tienen un único lenguaje común, sino que cada comunidad habla su propio dialecto. Martin propone que, en vez de en las palabras, nos fijemos en los lexemas. Por ejemplo, en el caso del dialecto hablado por los nativos de Groenlandia, los lexemas relacionados con la nieve serían dos: qanik (nieve en el aire) y aput (nieve en el suelo). A partir de estos lexemas, se pueden formar palabras como qanipalaat (copos ligeros de nieve cayendo) y apusiniq (montón de nieve). Es fácil de imaginar la cantidad ingente de palabras que se podrían formar de modo similar a las anteriores, por lo que no parece demasiado justo considerarlas como conceptos únicos.